sábado, 9 de diciembre de 2017

Las naranjas y mandarinas de plácemes en El Guayabo, Santa Fe



Por Carlos Camarena Medina
Periodista

Son las 7:50 de la noche en El Guayabo, Santa Fe, y a esta hora hay que recogerse para ir a dormir.   

Siempre ha sido así desde que vengo a este apartado lugar de las montañas veragüenses, a donde para bien o para mal el progreso no se ha posesionado.

La energía para alumbrarnos se obtienen de paneles solares, y el agua de un acueducto rural.  

El ruido de los animales nocturnos marca una sinfonía en la noche oscura, -a veces alumbrada por un impresionante cielo estrellado, que jamás se puede ver en la ciudad capital- en la cual uno juega a identificarlos.

Si bien hay estufa de gas, nada como cocinar la comida en el fogón.

Puente sobre el río Santa María. Aquí empieza el suplicio.
Al llegar, luego que la chiva lo deja a unos minutos del río Santa María,  toca andar  más de media hora por un empinado camino, la mayoría de las veces húmedo y lodoso, lo que hace más lento y agotador el recorrido.

En las orillas del camino, en algunos tramos,  sobresalen diferentes especies de árboles, pero los naranjos y mandarinas con sus vistosas frutos hacen una calle de honor a los caminantes. 

Una vez llegué a casa de mi tío Manuel,  a la orilla del camino habían dos árboles rebosantes de mandarinas, grandes y jugosas, y no pude aguantar las ganas de saciar mi sed con esta fruta.

Diciembre, podría decirse, no es el mes más agradable para viajar a El Guayabo, pues todavía la temporada lluviosa está en su apogeo y los caminos húmedos y enlodados, sobretodo el tramo final, después del cruce del río Santa María, pues hasta ahí llegan las chivas que viajan desde Santa Fe.

Pero una vez uno llega, se olvidan todos los “pesares” y “suplicios” de ese tramo final, porque espera un café, un clima agradable, y un baño con agua gélida que baja del acueducto rural….todo eso, rodeado de montañas que parecen catedrales.

Y unos guandúes que para finales de diciembre e inicio de enero estarán listos para ser cosechados.


¡Eso es llegar a la casa más lejana de El Guayabo, donde en broma comentamos si el abuelo Genaro Medina no pudo buscar un lugar más lejano donde asentar su casa.   

Para finales de diciembre e inicio de enero el guandú estará listo para la cosecha.

Mandarinas, grandes, jugosas y dulce.



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