Por Carlos Camarena Medina
Periodista
Acostado en una hamaca, una lectura en los diarios sobre exposiciones fotográficas relacionadas con la invasión estadounidense a Panamá (19-20 de diciembre de 1989), incursión militar armada hace 30 años, la memoria se rebobina y por las retinas pasan imágenes de aquella fecha infausta que marcó la historia del país.
Diciembre de 1989, un mes marcado por mucho presagios…el ambiente político, caldeado desde 1987, parecía que llegaba a su clímax. En octubre, una intentona golpista entre militares mandaba un mensaje de que las cosas no andaban bien a lo interno de las Fuerzas de Defensa: en un año y 8 meses era el segundo alzamiento.
El martes 19 de diciembre, en la ciudad de Panamá el ambiente estaba pesado, la incertidumbre cundía entre la población, nuestro país estaba en el ojo de la tormenta; los medios, nacionales y extranjeros parecía que olían lo peor.
La tarde de ese martes, en la clase de Filosofía, el tema central fue la crisis política por la que pasaba el país, y en vez de dictar su clases, el profesor hizo una larga exposición sobre el posible escenario que enfrentarían Panamá y Estados Unidos ante una eventual invasión.
El profesor expuso que en ese escenario -una acción armada estadounidense en Panamá- si las fuerzas armadas panameñas ofrecían resistencia y el conflicto bélico con un país pequeño como el nuestro se extendía por un tiempo considerable, Estados Unidos se exponía al rechazo de la comunidad internacional.
Siempre me pregunté si el profesor manejaba alguna información al respecto, pues antes que terminara el día, el ejercito estadounidense inició la operación Causa Justa para invadir a Panamá.
Aquella noche, como solía hacer, me quedaba hasta tarde haciendo algunas tareas pendientes, y en la máquina de escribir redactaba un trabajo de Teorías de la Comunicación que debía entregar el miércoles 20 de diciembre, cuando poco antes de la medianoche se escucharon las primeras detonaciones.
Cuando me asomé a la ventana, la oscuridad de la noche se iluminaba con los proyectiles que lanzaba el ejercitó invasor contra las instalaciones del Cuartel Central, ubicado en el barrio de El Chorrillo. Había iniciado la invasión, aquél 19 de diciembre, por algunos días Panamá sería tierra de nadie.
Aquella madrugada, en casa de un vecino nos quedamos escuchando en onda corta a Radio Caracol (Cadena Radial Colombiana), a la cual se encadenaron otras emisoras de onda corta, y que realizaba un amplia cobertura.
Entre la radio y el bullicio en la calle, veíamos un descontrol total, por un lado la gente aterrorizada, y de a poco gente armada…..mientras en las área colindantes a los cuarteles, militares y civiles armados enfrentaban a las tropas estadounidenses, otros civiles se tomaban las calles en Panamá.
La mañana del 20 de diciembre, a unos cuantos kilómetros se escuchaban las detonaciones contra el cuartel de Tinajitas, mientras El Chorrillo ardía. En el área comercial de la vía, España, El Dorado, la Transístmica, y la avenida Central iniciaba el saqueo, que se extendió por tres días.
En vía España, un local comercial ubicado en la esquina con vía Argentina, se mantuvo intocable custodiado por personas fuertemente armadas. ¿Quién era el dueño del local y cómo hizo para, en medio del caos reinante, contactar a los custodios? ¿O ya sabía lo que venía y había contratados los servicios con antelación?
Con unos amigos me fui a recorrer algunos puntos, entre ellos el área donde estaba el cuartel de Panamá Viejo, ya acordonado por las tropas invasoras, y nunca olvido que mientras un militar se acercó para decirnos que no podíamos acercarnos, a la distancia, otro no dejaba de apuntarnos.
Durante un recorrido por el ya destruido barrio de El Chorrillo, se nos acercó un tipo, con acento español, a preguntarnos si sabíamos de alguien que estuviera vendiendo equipos fotográficos, por supuesto, producto del saqueo.
Manuel Antonio Noriega se refugió a finales de diciembre en la Nunciatura Apostólica ubicada en Paitilla, e inmediatamente el área fue acordonada por tropas estadounidenses, acompañadas de la instalación de un potente equipo de sonido, que durante varios días martirizó la estadía del militar panameño en esta legación diplomática.
A pesar que el área estaba acordonada, para llegar lo más cerca posible de la Nunciatura, rodié la vía Italia hasta el hotel Holiday Inn (hoy Plaza Paitilla Inn), donde hacía algunos meses había hecho un trabajo con un amigo, lo cual me ayudó a llegar a la azotea, donde mientras estuve mirando hacia la sede diplomática, los soldados estadounidenses estuvieron muy pendientes con sus binoculares.
Cuando bajé, en el lobby del hotel todo se veía apacible, frente a una pantalla de televisión, un soldado estadounidense miraba un partido de fútbol americano (la NFL ya estaba en partido de postemporada). Su tranquilidad contrastaba con lo que se vivía en la ciudad de Panamá.
Días después, el 3 de enero de 1990, Noriega se entrega, y el cerco militar a la Nunciatura y el campamento militar que habían montados las tropas invasoras en el antiguo Colegio San Agustín (hoy Multicentro), fue desmontado, y el tráfico abierto.
Todo esto pasó hace 30 años…
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