jueves, 7 de marzo de 2019

Un bosque encantado antes de subir a la India Dormida


Por Carlos Camarena Medina
Periodista

Siempre quise escalar la montaña de la India Dormida, y cada vez que iba a El Valle de Antón, pensaba en la cristalización de ese deseo. Quería llegar a lo alto de la montaña…..más allá de la leyenda de la India Dormida,  la historia del amor no correspondido de Yariva por la doncella Flor del Aire,  quien se enamora de un caballero hispano. Del suicidio de Yariva, y la pena de Flor del Aire, quien vaga por las montañas y la muerte le sorprende recostada y mirando al cielo, y cuya silueta la naturaleza perpetuó la cordillera en el Valle de Antón.

Partí de la Gran Terminal de Albrook con la intención de llegar a El Valle de Antón, con el tiempo suficiente para conseguir hospedaje y subir a la India Dormida, pero el tranque carnavalero en la población de Capira provocó una gran demora, por lo que opté por posponerlo para el día siguiente.


La ocasión fue propicia para hacer un recorrido por El Valle de Antón, desde el Mercado Municipal hasta los diferente locales ubicados a orilla de la vía principal, la cual se encuentra en un proceso de remodelación, en un proyecto que por la imagen que se ve a simple vista, pareciera que estuviera detenido, pero  que, explica la gente, se debe a que la empresa trabaja con mucha lentitud.

Por ser Carnaval, y que me aventuré sin hacer reserva previa, fue algo difícil conseguir hospedaje, pero me permitió sopesar las diferentes ofertas, sobre todo en temporada alta, y si lo que cobraban guardaba alguna relación con lo que ofrecen a los huéspedes. 

Hacer turismo interno durante fechas festivas como el Carnaval brinda la oportunidad de conocer sitios de interés turísticos e históricos, por lo que aproveché mi estadía vespertina en El Valle de Antón para recoger el Mercado Municipal, un sitio lleno de colorido, adornados por las artesanías, productos del campo y tradicionales manjares que son el sello de presentación de esta comunidad coclesana.


El Valle de Antón está a 128 kilómetros de la ciudad de Panamá, en un recorrido de unas dos horas por carretera (cuando no hay tranque). Como lo dice su nombre, es un valle rodeado por los cerros Pajita, Gaital, Cara Coral, Cara Iguana, Guacamaya (La Huaca), la India Dormida; y Tagua.


La tarde del domingo de Carnaval fue propicia para recorrer la vía principal de la comunidad,  para familiarizarme con el  entorno rodeado de montañas, conversar con la gente e identificar el largo camino que lleva a la entrada del sendero, desde donde, según las personas consultadas, me esperaba una recorrido de dos horas hasta la cima de la India Dormida.


Entre letreros que indican los lugares de interés,  y la omnipresente silueta de la India Dormida,  la imagen de una  cruz capta la atención desde cualquier punto de El Valle de Antón. 
En pleno verano, el colorido de los árboles adorna las orillas de la carretera y las aves revelan la dinámica del entorno natural: un tucán llega al árbol y permanece el tiempo suficiente para sacarle una buena foto.


Al llegar a la entrada del sendero (7:45 de la mañana), unas cuantas personas inician el periplo, inicialmente una acera, luego un camino agreste marca el inicio de una caminata bastante agotadora que, según el ritmo y la resistencia del caminante, puede durar de 45 minutos a dos horas. Los panameños pagan dos balboas y los extranjeros tres balboas.


Los parajes del sendero que lleva a la cima de la India Dormida, revelan la actividad volcánica que hubo en esta región, de la montaña baja un riachuelo que en alguno tramos invita darse un chapuzón,  los petroglifos evidencian la presencia de  poblaciones indígenas que habitaron este valle, que no es más que el cráter de un volcán inactivo hace miles de años.


En el sendero que lleva a la cima de la India Dormida, hay tramos que dejan la impresión de un bosque encantado, donde en cualquier momento se aparece un duende o una bruja.


Poco antes de llegar a la cima, me encontré con un joven de ascendencia guna, con quien conversé durante varios minutos, y quien estudia geología, y en una breve charla me habló del entorno y me describió varios tipos de rocas volcánicas que llevaba como muestra, y que abundan en el área.

Después de poco más de una hora, entre resbalones, pausas para tomar fotos y descansar,   llegué a la cima de la India Dormida, con la sensación que invade cuando uno se da cuenta lo pequeño es ante la magnitud de la naturaleza. 





La espectacular vista de El Valle de Antón, una constante brisa que amenaza con llevárselo a uno,  invitan a  sentarse y simplemente admirar el entorno, y dejarse envolver por esa sensación de paz y tranquilidad.




































































3 comentarios:

  1. Muy buen relato y hermosisimas fotos. Gracias

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  2. Me encanta cómo escribes. Excelente relato. Me he transportado a esos lugares tan lindos

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  3. Excellent Report! Excellent photos!!! It's a worthwhile!!

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