Por Carlos Camarena Medina
Periodista
Corría la mitad de década de los años 80 y como lector del diario La Prensa buscaba con especial interés la sección Revista, en cuyas páginas encontraba material refrescante, otro tipo de noticias, no tan "importante" como la de primera plana u otras secciones, pero que satisfacía mi interés informativo.
No recuerdo con certeza cuándo fue la primera vez que me encontré con un trabajo periodístico de Herasto Reyes, pero no olvido uno memorable que realizó en dos entregas sobre Pablo Neruda, allá por 1986.
En ese entonces estudiaba contabilidad, y creo que sin saberlo ya estaba recibiendo mis primeras clases de periodismo. Dos años después, cambiaría de carrera y tras la invasión estadounidense, con la apertura de La Prensa, me animé a llevar algunas colaboraciones al periódico sobre la celebración del Mundial de Fútbol que se celebraría en Italia.
Fue en enero de 1990, junto a un grupo de compañeros estudiantes de periodismo (Daniel, Adis, Zoraya, Juan Luis y Jorge Luis), que lo conocí en persona. Nos habíamos reunidos para hacer una especie de círculo de lectura y analizar y comentar obras literarias.
Días después, con bastante timidez, le entregué un breve escrito donde comentaba una película que se pasaba con bombos y platillos en los cines locales. Lo publicó y luego me dijo que le había gustado, sobre todo el comentario que hice a favor de la película La última tentación de Cristo. Me sentí muy halagado porque el comentario lo hacía una persona a la cual tenía como referente en la carrera periodística.
En otra ocasión, durante una visita que hice a La Prensa, Herasto me comentó que el director de la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ANCON), Juan Carlos Navarro, le había pedido que le recomendara un periodista para escribir artículos sobre temas ambientales y que había pensado en mí.
Tras una reunión previa, en la cual Herasto me explicó cómo debía escribir, la extensión y el contenido del trabajo periodístico, el nombre que llevaría la página y hasta cuánto debía cobrar, nos reunimos con Juan Carlos para firmar un acuerdo, con el cual Herasto, como director de la sección Revista, me abría una ventana que marcó mi inicio y me proyectó como profesional del periodismo.
Como buen maestro, Herasto propuso que durante las primeras ocho semanas llevara el artículo y nos sentáramos a revisarlo. De a poco y con mucha paciencia, me dio las herramientas básicas para seguir adelante a partir de la novena semana. Claro está, al final el siempre le daba una revisión al trabajo antes de que saliera en la página titulada "Vida y ecología”.
Semanas después, revisando archivos de ANCON, me encontré con artículos escritos por él y el periodista Manolo Álvarez Cedeño, en un suplemento que años atrás había editado la institución.
Quedé fascinado con un trabajo de Herasto sobre el Darién, el cual calificaría de memorable, tanto que años después en una actividad de la institución, el exdirector de ANCON, Oscar Vallarino, lo recordaba y le preguntaba cuándo iba a hacer otro así.
Los años pasaron y Herasto siempre estaba presto a hacer observaciones, corregir, editar y hasta darnos consejos sobre las colaboraciones que con regularidad entregaba al periódico. En una ocasión me sorprendió cuando le llevé, para que revisara, un trabajo que debía entregar al profesor Agustín Del Rosario (una entrevista al ex rector de la Universidad de Panamá, Ceferino Sánchez) y tras leerlo lo publicó a página entera en La Prensa.
O una colaboración sobre el Tapón del Darién, y un escrito sobre la mina de Remance, cargado de bastante emotividad y que con su paciencia y sapiencia, editó y publicó, sin que se dejara de hacer la denuncia sobre este proyecto.
Pasado los años, todo lo aprendido en Vida y ecología de la mano de Herasto ha fundamentado la ejecutoria que he tenido como profesional.
La noche antes de conocer la noticia sobre la partida de Herasto (27 de octubre de 2005), le comentaba a una compañera cómo había iniciado mi carrera profesional de periodista y cuánto le debía a Herasto profesional. Acaso, inconscientemente le hacía un último homenaje antes de su adios..